Relatos de lo excepcionalmente cotidiano

¿Y si tuviéramos marcos de interpretación de la realidad distintos?

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Poema a la Inhumanidad

Me quema la luz de la farola,

El frio de ese tango te acusa,

Los mendigos gritan a la oscuridad,

Los gatos se atreven a cruzar.


Las mañanas me duelen,

Los infiernos me parecen cercanos,

Las fotos carecen de alma

Y las sonrisas perpetuas conspiran.


No pretendo la luz de tu rostro,

Ni el reposo del guerrero,

La paz del desconsuelo o

La justicia de Perséfone.


Que las calles se doblen a tu paso,

Que la música baile a tu son,

Que los vientos giren para acariciarte,

No, eso no volverá a suceder.


Te creíste princesa, y sólo eran vasallos,

Te sentiste importante, y sólo eras ley,

Te imaginabas preciosa, y eres arrugas,

Poseías el tiempo, y llego el final.


Las caricias huyeron con el invierno,

El fuego con el sosiego,

La primavera con tu verano

Y tu alma quedó malherida.


Se te olvidó que lo efímero es importante,

Que lo insano es real,

Que la humanidad no es una moda,

Que la paciencia se acaba.


Incesante tintineo de amaneceres,

De lluvias desconsoladas,

De rocíos no tan mañaneros,

De lágrimas no tan inhumanas.


Otros siguieron su búsqueda,

Arrancaron los motores de la voluntad

Y volaron al igual que Ícaro,

Pero con final feliz.


Cada uno construyó sus alas,

Buscó su ley divina,

Encontró sus abrazos de consuelo y,

Tú, tan inhumana como tu nombre.


¿Acaso te calentaste en mi farola,

Bailaste el tango,

Miraste a los ojos del mendigo,

O reparaste en el gato?

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