Relatos de lo excepcionalmente cotidiano

¿Y si tuviéramos marcos de interpretación de la realidad distintos?

martes, 1 de enero de 2013

Crónica de un contraataque



Querido,
Anoche me puse los tacones. Estuve toda la noche con ellos. Son los zapatos de la boda, los que me destrozaban los pies. Los grises y elegantes con plataforma. Los que te gustan. Anoche crecí. Creo que quizás demasiado. Chocaba con todo el amor que te profeso y con los ojos de otros hombres. Anoche por fin era lo suficientemente alta como para poder coger el dolor y lanzarlo. Siempre dices que yo no puedo ser mala. Pero ayer llegaba. Anoche me fallaron las formas, se me caía el vestido. No dejo de perder peso. Y seres humanos. Anoche hice daño en nombre del amor y del dolor. Anoche crecí. Anoche me querías y conseguí quererme un poco. Anoche me salió la vena reivindicativa. Y después estábamos en guerra. En ninguna guerra hay abrazos. Por eso no voy a la guerra. ¿Acaso no tengo derecho a un abrazo querido? Las guerras se pierden. Pero lo que yo no sabía era que si perdemos ambos no se puede abrazar ni despedirse. El dolor está caro. Pero anoche llevaba tacones y me hirieron. Me desequilibré y perdí las formas, y el vestido. Anoche fui a la guerra con abrazos pero resulté ser un objeto con el que se puede apostar. Resulta que soy en caballo y no lo sabíamos querido. Anoche todos sabían, todos menos yo, que llevaba tacones y no me enteré. Anoche era la guerra y no me habían avisado y contraataqué malherida. No quería hacerlo, pero me hirieron y tuve que defenderme. Anoche era una niña en un campo de hombres y aprendí que el dolor es caro. Nadie estaba en mi bando. Quizás el enemigo. Quizás no era una guerra, pero me atacaron cuando estaba tan tranquila disfrutando de tu amor y contraataqué  Sabes que llevaban hiriéndome un cierto tiempo, pero nunca así y yo en tacones. Nadie luchaba por mí desde hacía tiempo. Reivindiqué un trato igualitario.  Pero al igual no me lo merezco, o al igual no es igualitario. Vete tú a saber querido. Es un mundo de hombres la guerra. Cambié de estrategia, la oportunidad del todo o del nada. CREÍ MERECER LA MISMA PIEL QUE YO ME DEJABA EN LA GUERRA. Luché por nosotros. Querido, no entendieron nada, batallábamos en distintas guerras llenas de malentendidos y fue un desastre y me quité los tacones. Mis enemigos me perdieron y yo los perdí. Si me hubieran ofrecido la mitad de lo que yo les había dado hubiera negociado sin dudarlo. Querido, ¿tú crees que yo no merezco nada? ¿Crees que merezco tanta tardanza? Creo que no soy digna de este mundo y piensan que porque no dejo de adelgazar pueden seguir robándome el amor. ¿Es infinitivo el amor? El nuestro parece que sí, y parece que el que yo debo dar por supuesto. Pero, querido, ¿nadie me debe nada a mí? Sabes que os doy todo a cambio de muy poco. Pero ni ese poco me concedieron. Me atacaron a traición y en tacones. Yo no sirvo para la guerra. ¿Es infinita la guerra? La vida es cosa de dos y las treguas se pueden negociar. Es de justicia lo que me deben. Anoche no hubo un abrazo y encima me andabas a quinientos kilómetros del amor que defendía. Luche por ambos querido, el anillo está en mi dedo más tranquilo que nunca. Creo que no volveré a la guerra. Quizás la tregua aun tenga cabida. Todo depende de que me ofrezcan. En todo caso no voy a moverme a por ella. Quizás puedan ponerle patas.
Anoche entendí que te amo más que a nada y que anoche fue anoche. Quizás haya un mañana.
Quizás.