Relatos de lo excepcionalmente cotidiano

¿Y si tuviéramos marcos de interpretación de la realidad distintos?

lunes, 30 de enero de 2012

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Maldita dulzura la tuya


Desafié al límite de la razón,

di con sinrazones y sinsentidos,

bebí de la lucha para escupir la tregua,

solucioné más allá del límite.


Me reté a mí misma,

corrí para encontrarme,

choqué con mi temor, error,

avancé sin esperanza, a la desesperada.


A la desesperada encontré la razón,

en el recodo de mi desesperación,

en las grietas de mi fortaleza,

en el camino trazado, abandonado,

de nuevo encontrado.

viernes, 27 de enero de 2012

Libertad fría.

La calidez acaricia todos y cada uno de mis sentidos. Saboreo el calor a cada beso, la oigo en cada palabra sincera, original y poética que pronuncias. La reconozco en tu mirada demasiado iluminada, demasiado veraz, elocuente, seductora. Demasiado embriagadora es la forma en que me miras. Y además, la toco con la yema de mis dedos en los tuyos y huelo a ti.

Oigo algo abrupto, constante e intenso difuminado con la velocidad del viento perpetrando mi rostro. Lo que oigo es únicamente mi respiración. Demasiado acelerada, me asusta escucharme. Perdóname, he huido. Me golpeaban unas pulsaciones en la muñeca que recorrían todo mi brazo hasta alcanzar mi yugular para descansar en el músculo del amor. Y no produjo amor. Puse los pies en la tierra y la noté fría. Supuse no ser digna de ella. Aquellas pulsaciones ahora continúan estudiando el eco de su resonancia en mis pensamientos y sus consecuencias en mis recuerdos.

Encendí otro de esos cilindros mortales y deseé que esta vez causaran algún efecto en mis pulmones. O que al menos afectaran a mi respiración. Que me quemara, me consumiera como él se consume. Y le doy un tiro largo. Demasiado largo dirían los expertos. Yo nunca fui convencional en el fumar y me seduce ver esa fina línea roja consumiéndose. Deseo consumirse. Que se produzca algo en mí.

Noto el frío llegando. Por fin tu calidez ha sido expulsada de mi piel y soy libre. Entiéndeme, no te menosprecio, ni mucho menos te odio, es obvio que te amo, pero tu calor no me pertenece y me siento poseída cuando vivo de él. Necesito mi propio calor, aunque aun no sepa ni dónde, ni cuando, ni cuanto, ni qué. Supongo que lo encontraré. En realidad no me preocupa demasiado. No hay prisa en este viaje. Yo lo diseñé y la finalidad del mismo es que me permita sentir el aire frío recorriendo mi libertad. Por eso he huido. Me necesitaba a mi misma y recordar el camino que un día andaba sin dificultad. Ahora me atraganto, y creo que es producto de los cilindritos. Resulta raro pensar que precisamente yo tiemble ante mi propio camino. Pero estudio letras y las medidas y otros números se me quedan grandes. En aquellos momentos me pareció que cuanto más grande fuera todo mejor me sentiría. Fui lista, no me niego el mérito, no me cerré ninguna opción. Te veo a ti como opción predominante y llamándome a gritos, les veo a ellos cada vez más ausentes y pasados, veo a mi miedo, a mi dolor, a mi extrema alegría, a la colección de sonrisas, a los folios en blanco, a la tinta derramada, al amor y la pobreza. Pero son demasiadas y encima amontoné libros y música clásica. Y pobreza.

Mi espíritu está pobre y se consume poco a poco. Al final el tabaco acabó con lo que no tenía que acabar, pero yo me lo busqué. Por eso hui, para sentir mi libertad fría. (Sangre fría. Guardemos la pasión para las sabanas.)Para volver a sentirme. Porque necesito resucitar. Porque necesito sentir que me controlo, que este maremágnum de turbulencias puede tener un origen y un final, para sentir el frio y ahogarme. Me planté frente al viento y quiero que me golpee, me hiera, me deje malherida y…me devuelva a mi vida. Recuérdame el camino que YO me tracé y que ahora carece de sentido, rumbo o necesidad.

domingo, 22 de enero de 2012

Un par de cuestiones fotográficas.

He decidido inundar tu pasado. Sí, como si pudiera cambiarlo. Y voy a hacerlo porque afecta a tu forma de mirar el presente. El presente conmigo. Obviamente lo hago por interés. Por puro egoísmo y beneficio hacía mi persona. Soy así de cínica. Y de progre. Él siempre me insultaba llamándome progre y a mí me encantaba, me parecía un piropo. Y por eso de que soy progre y una invasora de pasados voy a retocar el tuyo, para que me mires de otro modo. Para entenderte. Para que me entiendas. Puro egoísmo de progre. Lo hago porque me interesas. Mucho. Cómo me interesan las leyes. Y porque me pones. Como me ponen los folios en blanco y los bolis Bic. Copulo con las letras, la tinta. Y con tu mente. Paso de tu culo. Y me interesa que seas feliz. Me interesa que seas feliz para que me hagas feliz a mí, no por otra cosa. Vuelta al egoísmo. Me hago gracia llamándome egoísta, porque mi filosofía de vida es hacer con los demás lo que me gustaría que hicieran conmigo. Soy así de simple. Obsérvame y verás lo que quiero. No soy compleja, sólo profunda. Y eso es algo que si eres suficientemente listo no te asusta. Te fascina. Igual que te fascina el universo, la inmensidad del mar o la oscuridad. Yo me fascino de mi misma. Sí, me gusto. Y además me gustas y voy a cambiar la saturación de tu pasado. Perdona el uso de tecnicismos fotográficos. Pero saturar es lo que quiero, y si no lo entiendes le preguntas a mis fotografías. Si has llegado hasta aquí habrás entendido que lo que quiero es que cambiemos nuestros pasados y que satures el mío. Pero soy soñadora, no imbécil. Y como se que no puede ser, me conformo con el futuro, que fue lo que pillé más a mano. Las cuestiones de crominancia y luminancia las dejamos para el segundo capítulo, cuando estemos desnudos.

domingo, 8 de enero de 2012

Salida calor humano.

La resaca de la felicidad se llama letargo y dolor de cabeza. Dormir inmensamente para seguir recordando lo ocurrido y no querer despertar. Y despertar con un dolor de cabeza bien bonito y persistente. Y no es fruto del alcohol. Sino del exceso de sueños en tu cabeza. Parece de locos, pero no lo es. Después de 15 seguidas horas de sueños felices y revoltosos entre sabanas, mantas y colchas, los sueños se han agobiado y persisten en su intento ciego de salir de tu cerebro adormilado. Resacoso. Ignorante. Desconoces todo, porque el maldito dolor de cabeza te está matando. Y no sabes nada. Sabes que tienes una colección de dudas amontonadas debajo de tu cama y, que por algún extraño – y denominado- suceso / persona, ya no quieres responder. Pero olvidémonos del nombre de ese suceso/persona, de la felicidad y centrémonos en el dolor de cabeza. Normalmente me funciona pensar mucho aquello de “desparece, desaparece”, pero hoy está rebelde. Se empeña en taladrar mis entrañas y gritar nombres, fechas, acontecimientos, MOMENTOS. Deja mis momentos tranquilos, ahí están, son míos, joder, no entiendo nada. Empiezo a querer entenderme a mi misma y entro en un sin sentido porque me conozco perfectamente. Sé lo que debo hacer, lo que no debo, lo que soy, hasta donde debo –que no necesariamente quiero- llegar y lo que deseo. Pero estoy bloqueada. La montaña de dudas bambolea mi cama y como no tienen sentido nos caemos ambos. Es el dolor de cabeza más tonto y merecido de la historia. Joder, si yo le quiero, ¡digo! que me quiero, ¡y mucho! y además afirmo todas esas cosas que se dicen sobre el amor propio y que por algún extraño sentido él se niega a aceptar. No me importaría tanto si no fuera porque me perturban mis propios cimientos. Será que hoy estoy tonta y esta jaqueca es el producto de lo que me provoca. Mis ideas, las suyas, las del mundo, todo un caos, heridas de guerras, poesía y música. Y algo de filosofía par aliñar las ensaladas, que nunca me gustaron.

Sueño con que el sueño quiebre al tiempo,

algún humano perezca en su riqueza,

y un gnomo me gane al ajedrez.


Añoro los regalos originales, la gente sin estrés,

y sin teléfono,

y que me llamen al fijo para decirme que me quieren.


Echo de menos las treguas de mi mente,

darme tregua y tener alguna idea clara,

saber que los tercetos deben respetarse.


Los romances se escriben en octavas,

la real queda para el siguiente nivel y,

mi poesía no cuadra ni en estilo ni en las mentes.


Supongo y supongo mal,

que echarte de menos es deseable,

pero nunca tuve a nadie, y es agradable que existas.


Me perturbo mirándome a un espejo,

no reacciono pese a mis gritos internos y,

vuelven a pesarme los parpados.


Ya es tarde para la luz del Sol,

los sueños aligeran mis pesadillas.

Me difumino entre ellos.


Rumbo locura y desquicio,

me desvío por calle reconciliación,

pacto treguas que no respeto y acabo perdida,

rotonda desidia.


Ramal de incertidumbre, salida solución,

destino no acertado, viaje perdido,

herida no resuelta, rotonda desidia.


Rotonda desidia, rotonda desidia,

estado vital desidia, parpados pesados…

salida fija, la de siempre, la que todo lo soluciona,

salida calor humano.

miércoles, 4 de enero de 2012

La libertad de su pecho.

Nunca pensó en que algo tan espeso pudiera llegar a ser tan hermoso. Y es que aquella niebla a tres mil setecientos metros de altura en el Congo, resultaba sobrecogedora. Había sido un viaje más que agotador, turbador, lleno de maleza y humedad, y con el único propósito de hacer cima en el fin del mundo. Solo para verlos a ellos. A su grandeza, a su fuerza, a su espalda plateada, muestra del dominio de la manada. Y hasta los mismos gorilas se sorprendían de lo que allí arriba veían. El mundo dominado por nuestros antecesores, y estos, en muestra de respeto, observaban en silencio y sin mover un músculo el lago en mitad del cráter, y la densidad verde. En aquellos instantes no podía dejar de pensar que había merecido la pena, que renunciar a todos esos pequeños placeres mundanos y diarios valía la pena por estar allí, junto a los emperadores del mundo en pleno corazón de África. Su mente volaba ya lejos de los atascos, de los problemas, del trabajo, de los planes de futuro, de la firma de papeles, de los contratos de amor.


La soledad de la belleza

es la que emana del interior,

la que respeta al miedo,

la que rinde culto a los deseos.


Los deseos más profundos,

los nunca confesados,

son los que compartidos,

unen sin remedio.


No pretendas la libertad de su pecho,

sin noches de desasosiego,

sin esperanzas pérdidas,

ni botellas en el fondo del mar.


Supusiste que el Cielo debía ser su naturaleza,

y que su piel veneraría la tuya,

la unión de aquellas pararía el deseo,

y solo fue el principio del fin.


La turbación guió a abismos profundos,

a desnudarse frente al espejo,

a recorrer tus cicatrices,

a cicatrizar lo vivido.


Los precipicios parecen un buen final,

tras la certeza de un pasado que no volverá, ni será recordado,

y frente a la posibilidad del salto,

aventuras un vértigo adrenalítico,

un futuro sin futuro, un Pegaso sin alas.


Saltas.