Relatos de lo excepcionalmente cotidiano

¿Y si tuviéramos marcos de interpretación de la realidad distintos?

sábado, 19 de noviembre de 2011

EL mundo que no quiero.

La desesperación se pega,

Paredes, alma, canciones,

Todo lo inunda.

Sueños relegados a viajar por el limbo,

Oxímoros como dirigentes,

Instantes como medida de tiempo,

Y dinero como moneda de cambio.

Acordes reprimidos,

Versos encarcelados,

Sinfonías condenadas,

Libros secuestrados.

Sabes, yo hace tiempo que dejé de comprender esto que me rodea. Y cada vez creo estar más convencida de algo. No comprendo nada. No comprendo mucho las cosas que me pasan, ni sé si tienen una razón de ser. Pero quizás puede ser que la razón también me falle. Hay ratos en los que no entiendo ni los acordes de mi guitarra. Y me siento bastante disonante. ¿Sabes esa pieza del puzle que nunca encaja? Pues un poco así, pero en versión con la sociedad. Pero no son todos los días iguales, ni mucho menos. Y no significa que me haya rendido. Pero no todos los días ocurren grandes cosas. No todos los días puedo pretender comerme el mundo, porque entonces el empacho llegaría demasiado pronto.

En los días más desesperantes creo traicionarme, creo que mis ideas son utópicas, demasiado fantasiosas y que nunca haré algo grande. Y en esos momentos de máxima desesperación pienso en convertirme en uno de ellos, en rendirme a la rutina y a limitarme a sobrevivir. Luego pienso que yo soy más de vivir. Hubo un tiempo en el que creía que si no hacía cosas grandes no era una persona especial. Luego entendí que lo que yo hago es mucho más grande que muchas de las cosas que hacen las personas de este mundo. Y no son cosas grandes, son cosas auténticas, son cosas que me hacen grandes a mí. Leer un libro me hace grande, las cervezas con los amigos de infancia me hacen grande. Nunca he llegado a entender por qué estas cosas me hacían grandes, la otra noche lo descubrí, porque me hacen feliz, me recuerdan la suerte que tengo y que caminar es mi manera de crecer.

No todos los días me hago grande, pero si voy creciendo, voy cambiando y, no eso no, no voy traicionando a mis ideas, y sí, creo que un día salvaré a este mundo, o al menos a un puñado de personas que merezcan salvarse. Creo que si logro hacer que tan sólo uno de esos niños por los que tanto estoy luchando sonríe, no habré traicionado a mis ideales; ni mucho menos a mis sueños.

Imagínate si yo, no creyera en este invento!"

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