Relatos de lo excepcionalmente cotidiano

¿Y si tuviéramos marcos de interpretación de la realidad distintos?

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Vuestros muros

Muros. Grandes, vigorosos, imponentes. Imperturbables. Las más grandiosas construcciones realizadas por el ser humano. La genialidad de ellos reside en su poder para parar. Para olas, viento, nieve. Capaces de enfrentarse a la madre naturaleza. Capaces de enfrentarnos a nosotros mismos. Y construimos el muro por dejar de pelearnos con nosotros mismos. Mejor mantener aislados los pensamientos… No vaya a ser que pensemos y acertemos.

Como si no fuera suficiente el luchar contra todo lo que nos rodea, también luchamos contra nosotros. Un muro que cubra exactamente cada milímetro de muestro mapa de receptores sensibles. No permitir que otros nos afecten. Ver lo más humano del mundo frente a nuestra humanidad y rechazarlo. Aislarlo. Quizás con una finalidad empírica, o cobarde, pero rechazamos.

Al igual que los más grandes muros de la historia nos han separado de las cosas más bellas (aunque destructivas) nunca vividas, nosotros nos separamos de todo aquello que puedo suponernos temor, dolor…Aunque lleve implícito la receta de la felicidad. Si no nos gusta el envoltorio, si es muy difícil de abrir, si parece poco apetitoso, si requiere un sacrificio, no. No habrá nada que hacer. ¿Cuáles son los antecedentes que llevaron a estos hechos? Quizás el componente genético, aunque sería una justificación que ninguna persona con experiencia aceptaría. Que solo alguien sin muro rechazaría. Alguien sin muro daría como origen la vida, el curso de los sucesos. Ahí está la justificación. En un “no” al dolor gratuito, a la renuncia de los momentos eufóricos que condenan a la resaca de la felicidad. En optar por una continua estabilidad individual y renegar de los impulsos. No es una opción cobarde, es el modo de vida estándar: una vida cobarde…Negarnos los mayores placeres por evitarnos los mayores sufrimientos. Sin lugar a dudas no todo el mundo puede disfrutar de los primeros, no saben apreciarlos; pero mucho menos pueden tolerar los segundos. Tales grandes dosis de dolor reconcentrado.

No les juzgo.

Construir el vuestro, yo viviré sin él, me permitiré esos placeres que yo si sé apreciar y sentiré y viviré el dolor que venga detrás. Aunque no lo entandáis. Aunque me llaméis loca por haber tolerado que tanto dolor llegara a mí. Permitirme que me duela, yo sé de qué duelo. Yo sé de lo que he vivido.

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