Relatos de lo excepcionalmente cotidiano

¿Y si tuviéramos marcos de interpretación de la realidad distintos?

martes, 20 de diciembre de 2011

Adictos del silencio.

¡Guarden Silencio!

Y dado que eran una masa entrenada para obedecer órdenes, todos cogieron cajas de zapatos y almacenaron litros y litros de esa preciosa sustancia. Cómo si del más puro y brillante de los diamantes se tratara, así se pegaron por obtener un pedazo del botín. Y entusiasmados por considerarse ya casi piratas, conscientes de su tesoro, guardaron las cajas en baúles, le pusieron candados y los lanzaron al mar. Ocultaron los silencios de los amigos que se abrazan, de los amantes que se deleitan en la contemplación mutua, de las familias que guardan silencio en muestra de máximo respeto a sus sueños, de los cementerios, de los momentos tristes…todos y cada uno de los silencios fueron robados y tirados al inmenso mar.

Y comenzó el bullicio.

Tenían que llenar como fuera aquel espacio vacío y sólo conocían el ruido y los gritos como fórmula resolutoria. Es necesario callar y escucharse a solas para decir cosas sabías, pero dada la falta de silencio, no era posible. Nacieron legiones de niños bulliciosos, llanto como fórmula de protesta, incluso los adultos lloraban, gritaban, inventaban enfermedades tales como la “depresión” para cubrir los vacíos. Sociedades de grandes mentes privilegiadas y condiciones nunca antes posibles para mentes sin silencio. Todo un desperdicio.

Pero las secuelas fueron aún más graves. Se acostumbraron a no escucharse, y degeneró en un rito obsoleto que solo los osados, los que sabían pagar el precio de un silencio realizaban. ¿Cuál era ese precio? La tranquilidad, dos dosis de paz consigo mismo y media seguridad en ti mismo pagaban una hora de silencio.

En los últimos tiempos devino en un pánico generalizado al silencio. Miedo a escucharse, miedo a descubrir lo que ellos solos pueden pensar. La gente olvidó la tranquilidad, la paz interna y sobre todo, se olvidó de creer en sí mismo. Vivían a los que otros pregonaran, ordenaran, cualquier cosa que llenara sus vacios espacios. Cualquier cosa menos silencio.

Cuentan las leyendas, que aquellos baúles de silencios tenían fugas, y que poco a poco los silencios emergían de las profundidades. Un silencio muy tenue, requiere de una gran concentración escucharlo. Dicen que el rito necesita de una playa, de un paseo lento hasta la orilla y de cinco minutos de vista perdida en el horizonte. A continuación, si cierras los ojos, puedes escucharlo. Los silencios de los niños dormidos, los amigos abrazados, los amantes pasmados, los cementerios respetados, las tortugas tomando el sol. Todos los silencios que siempre deseaste. El silencio de tu mente. Tus propios pensamientos.

Pocas personas han conseguido oírlos, y muchos menos saben apreciar la antigüedad de este secreto, pero rumorean las malas lenguas, que una vez lo escuchas, te haces adicto, lo necesitas para volver a pensar, tu mente se desbloquea y comienzas a pensar solo….comienzas a escucharte, a disfrutar de tu intimidad, a poseer tu destino, a dominar tus deseos y realizarlos.

La resaca de este mágico suceso es de consecuencias inimaginables…seres únicos, especiales, osados, capaces de provocar sentimientos, esperanza, ansia de cambio, ansia por vivir…Estos seres huyen de esas sociedades del ruido…raros del mundo que, rechazados por los bullicios, optaron por escuchar únicamente a los que cómo ellos, conocían el secreto.

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