Relatos de lo excepcionalmente cotidiano

¿Y si tuviéramos marcos de interpretación de la realidad distintos?

domingo, 8 de abril de 2012

Vejez de juventud

Su barba era rubia, y es que siempre había sido el típico rubito de ricitos rebeldes. Ahora, la misma mirada, pero más dura, más de hombre, acompañaba a su cabeza casi rapada. Los años de juventud habían pasado por él, pero no por su espíritu. Podías ver esa sonrisa tímida y tranquila de siempre aparecer tras la barba, de aire moderno. Apenas dieciocho años poseía en sus recuerdos, pero eran los años más certeros y ciertos hasta ahora nunca vividos. Había errado, y gravemente en una ocasión, pero sabía como pilotar su avioneta y caminaba muy tranquilo rumbo a un futuro que había decidido no decidir. Hablaba poco, con inteligencia y sin prepotencia, y en confianza…en confianza era digno de merecer el amor de casi cualquier mujer que supiera descubrirle y admirarle. La seguridad que transmitía su seguridad te hacía que inevitablemente tuvieras que pararte a pensar en tus acontecimientos, y pese a que sin duda habían estado muy ligados a un pasado común, eran completamente distintos y dirigían a destinos completamente opuestos. Su vejez era tremendamente joven, pero sabia, la vejez de un humano de dieciocho años es pura, es prematura y es esperanzadora. Es una vejez revitalizadora.
Nunca supe por qué reparé en él, ni que me hizo admirarle, pero siempre supe, que si otras circunstancias hubieran sido las que me dominaban en aquellos tiempos habría sido capaz de enamorarme de esos rizos rebeldes y ese grave error de su pasado. Es más, era aquel error el causante de que su vida fuera lo que era, pero era ese maldito error lo que yo quería de él, un error que cometió adrede y que pagaba con el gusto del que pasea por la vida sin importarle el desenlace. Yo siempre deseé aquel error.

No hay comentarios:

Publicar un comentario