Relatos de lo excepcionalmente cotidiano

¿Y si tuviéramos marcos de interpretación de la realidad distintos?

lunes, 19 de marzo de 2012

Que se atreva.

Nunca supe por qué me empeñaba en seguir con aquello. Quizás la secreta esperanza de que mejorara, la sensación de que eso era lo más parecido a algo que me pudiera proporcionar felicidad o el recuerdo de tiempos mejores. El caso es que los tiempos mejores nunca habían sido disfrutados por mi persona, sino por otras que se adelantaron en el viaje este de vivir solos.

De pronto me veía acompañada de algo de suma belleza, pero teñido de toques excesivamente negros. Algo que perturbaba mi vida de una forma un tanto descarada y que no cuadraba ni en vestimenta, ni en poesías. Algo de lo que no podía hablar sin sentirme imbécil, algo que me gustaba demasiado sin un motivo aparente, algo que no podía explicar, ni mucho menos justificar,  porque ni yo sabía por qué me empeñaba en seguir con aquello. Algo que pese a ser inmenso y perfecto para mí me provocaba un injustificable e impublicable dolor de cabeza.

La compañía es un fenómeno extraño que cuando invade en exceso provoca demasiado miedo a la propia invasión, reversible en un sucio y frío hueco que ese individuo deja (con total impunidad) para que lo rellenes como buenamente puedas. La compañía no es algo que se nos dé por derecho, es un premio de doble filo. Cuesta aceptar un regalo así. Cuesta aceptar consecuencias así.

Un extraño y pacífico día di con las soluciones a aquello que ni yo entendía. No sé en qué me he convertido, pero pasados tres meses más tarde el motivo llegó en forma de nada. Me choqué con nuestra felicidad. Algo que habíamos construido muy poco a poco y muy en las sombras a base de retales de tiempo. En medio de nuestras soledades y de caminos separados y complicados habíamos construido unos pequeños recovecos juntos. Eran nuestros recovecos, nuestras calles, nuestros paseos lejos de la soledad y del miedo.

Comprendí por que seguía con aquello. NOS LO MERECIAMOS. Nos estábamos dando el uno al otro más de lo que jamás pudiéramos conseguir solos. Algo más. Mucho más y terriblemente hermoso y distinto de cualquier cosa que imagináramos conseguir nosotros solos y por separado.

He aparcado ese miedo a ti, a la angustia de la soledad. No voy a dedicar ni una décima de segundo más al pánico de mi vida sin ti, porque estaría dejando pasar esto que nos pasa, QUE NOS MERECEMOS, QUE ES NUESTRO, QUE SOMOS NOSOTROS.

Lo que venga después, que se atreva a retar a mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario