Tenemos que
hablar.
Tenemos que
hablar de como te va la vida sin mí, de que haces con todo el tiempo que antes
tenías dedicado en exclusiva a mí.
Tenemos que
hablar.
De como la
distancia enfría, adormece la sensibilidad. Soporiza el alma. Por cierto, tenemos
que hablar de por qué hemos dejado de preocuparnos el uno por el otro.
Tenemos que
hablar de como nos va la vida ahora que no nos reconocemos, ahora que esa
persona que tengo enfrente de mí me parece una perfecta desconocida. Tenemos que
hablar de nuestra nueva identidad.
Tenemos que
hablar de por qué hemos despreciado nuestro pasado y ya no nos acordamos de
quienes éramos. Joder, tenemos que hablar del tiempo que hace que ya no
existimos como un nosotros.
Quizás no tenemos
que hablar porque ya no me interesa lo que mi pasado hace en un presente que no
comparte conmigo. Quizás tenemos simplemente que contarnos, aunque las ganas de
escuchar nos fallen.
Pero quizás yo lo
único que quiero y busco es contarte sin escucharte. Porque me dediqué a
escucharte hasta que no pude más, hasta que me tuve que largar porque no podía
seguir escuchándote. Porque entre todos conseguisteis que dejara de oírme a mí
misma. Vuestros gritos ensordecieron mi sensibilidad.
Podría contarte
que me va bien, que el sosiego que experimento me place. Me place no pertenecer
a ningún lado, a nadie. Me regodeo en no pertenecerme, en no reconocerme. Me
regodeo en reinventarme cada día y que nadie se extrañe ni me pida una
justificación.
Las he pasado de
todos los colores acostumbrándome a tu no presencia, a vuestra no existencia.
Las he pasado blancas porque era un folio en blanco donde empezar. Rojas porque
la pasión se desata en la libertad del anonimato. Verdes porque he
experimentado comidas, lugares y sensaciones. Azules porque os he extrañado.
Negras porque mi capacidad de autosabotaje es alta tirando a suprema y he
deseado con toda la fuerza de mis entrañas volver atrás. De hecho lo hice,
retrocedí. Os miré, os expliqué el proceso en el que me encontraba. Pero la
respuesta no fue la esperada y eso sólo me obligó a seguir. De todos los
colores el marrón destacó por embarrar todo futuro con la amenaza de vuestra
sombra. Menos mal que vuestra incomprensión me echó a patadas.
Tengo que
contarte que ya nunca más nos entenderemos. Porque no quieres entenderme ni yo
quiero que me entiendas. Porque ya no hago ni el más remoto de los esfuerzos
porque me entiendas. Ya no quiero que me entienda nadie. Me muero por contarte
la de hostias contra la realidad que llevo porque la gente no me entiende. Pero me muero por
contarte como voy encajando esas piezas de mi alma, de mi personalidad y como
mi falta de explicaciones es suficiente aquí. La gente acepta lo que les doy y
no piden más. He aprendido a aceptar sin justificar. Y yo me entiendo
a ratos, no todos, pero ya a nadie le importa. Y es que esa falta de
importancia se conoce como libertad.
Tengo que
contarte que soy libre y que al próximo que me intente cortar las alas se las
regalo. Sin enojos, sin discusiones y sin enfrentamientos.Y ya me voy yo
caminando con mi libertad. Que no necesito volar, no tengo prisa. Porque para escucharos a todos vosotros mejor me
escucho a mi misma y para que me cuentes que sois felices sin mí pues prefiero
dejar hablar al viento. Que en uno de los ratos de soledad que me provocasteis le dejé hablar hace ya unos meses y me confesó que el romance que tiene con mi alma va para largo. Quizás vosotros debierais escuchar al viento y quizás así entenderíais lo que yo no puedo entender-me. Ni necesito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario