La calidez acaricia todos y cada uno de mis sentidos. Saboreo el calor a cada beso, la oigo en cada palabra sincera, original y poética que pronuncias. La reconozco en tu mirada demasiado iluminada, demasiado veraz, elocuente, seductora. Demasiado embriagadora es la forma en que me miras. Y además, la toco con la yema de mis dedos en los tuyos y huelo a ti.
Oigo algo abrupto, constante e intenso difuminado con la velocidad del viento perpetrando mi rostro. Lo que oigo es únicamente mi respiración. Demasiado acelerada, me asusta escucharme. Perdóname, he huido. Me golpeaban unas pulsaciones en la muñeca que recorrían todo mi brazo hasta alcanzar mi yugular para descansar en el músculo del amor. Y no produjo amor. Puse los pies en la tierra y la noté fría. Supuse no ser digna de ella. Aquellas pulsaciones ahora continúan estudiando el eco de su resonancia en mis pensamientos y sus consecuencias en mis recuerdos.
Encendí otro de esos cilindros mortales y deseé que esta vez causaran algún efecto en mis pulmones. O que al menos afectaran a mi respiración. Que me quemara, me consumiera como él se consume. Y le doy un tiro largo. Demasiado largo dirían los expertos. Yo nunca fui convencional en el fumar y me seduce ver esa fina línea roja consumiéndose. Deseo consumirse. Que se produzca algo en mí.
Noto el frío llegando. Por fin tu calidez ha sido expulsada de mi piel y soy libre. Entiéndeme, no te menosprecio, ni mucho menos te odio, es obvio que te amo, pero tu calor no me pertenece y me siento poseída cuando vivo de él. Necesito mi propio calor, aunque aun no sepa ni dónde, ni cuando, ni cuanto, ni qué. Supongo que lo encontraré. En realidad no me preocupa demasiado. No hay prisa en este viaje. Yo lo diseñé y la finalidad del mismo es que me permita sentir el aire frío recorriendo mi libertad. Por eso he huido. Me necesitaba a mi misma y recordar el camino que un día andaba sin dificultad. Ahora me atraganto, y creo que es producto de los cilindritos. Resulta raro pensar que precisamente yo tiemble ante mi propio camino. Pero estudio letras y las medidas y otros números se me quedan grandes. En aquellos momentos me pareció que cuanto más grande fuera todo mejor me sentiría. Fui lista, no me niego el mérito, no me cerré ninguna opción. Te veo a ti como opción predominante y llamándome a gritos, les veo a ellos cada vez más ausentes y pasados, veo a mi miedo, a mi dolor, a mi extrema alegría, a la colección de sonrisas, a los folios en blanco, a la tinta derramada, al amor y la pobreza. Pero son demasiadas y encima amontoné libros y música clásica. Y pobreza.
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